lunes, 22 de febrero de 2010

Las malas palabras

La lengua es pura convención, la atraviesan algunas leyes y algunos caprichos, pero es esencialmente fruto de un acuerdo social.
Por eso, es fundamental revisarla. Y es fundamental pensarla antes de emplearla.
La guerra de los medios; hijo de puta; puto; negro de alma; anarquía y caos vehícular; el parto de esperar; otra vez la inseguridad; mogólico; el descubrimiento de América; villero; judío de mierda; etc.
Me pregunto cuántas palabras utilizamos de forma automática, sin pensarlas ni una sola vez.
Las construcciones dichas sin reflexionar y reiteradamente son siempre lugares cómodos y desafortunados, representan esa zona muerta del pensamiento: términos y frases pésimamente utilizadas, corridas de su sentido original por completo.
¿Cuántas veces leemos o escuchamos la palabra guerra?, ¿y realmente podemos justificarla, podemos defender cada vez que se la utiliza?, ¿realmente podemos pensar que las escaramuzas mediáticas, por ejemplo, se tratan de una guerra?
¿Esperar es parir? ¿Cuántas madres dirán lo mismo?
Me parece que es necesario volver las cosas a su lugar: una guerra es una guerra y parir es parir.
¿Cuál es el problema de ser hijo de una puta?, ¿ser una puta, realmente es un problema? Desconozco quién realmente elije ese oficio y cuántas son víctimas de otros, pero como sea: qué es lo que no entendemos de que cada quien hará la vida que quiera o la que pueda y que ha de ser respetado por ella. Quién es quién para desacreditar una actividad y cargarla de menosprecio.
¿El color de piel también es insultante? ¿O llevar adelante una tradición religiosa o pertenecer a una etnia en particular implica ser un insulto, llevar en sí mismo un agravio? ¿Mi vivienda también lo es?
¿La elección sexual que hacemos, tampoco puede permanecer exenta de críticas?, ¿también debe ser expuesta a la miseria ajena?
¿En qué momento entendimos que anarquía es desorden?
¿De qué hablamos exactamente cuando empleamos el término inseguridad? ¿No deberíamos decir violencia? Porque ¿qué es después de todo exactamente el sentimiento de inseguridad?, ¿no se trata de otra cosa?
El descubrimiento de América: ¿Descubrimiento para quién? ¿Cuál es la perspectiva en esta frase? ¿Quién es el que habla acá? Cuidado.
En cuántas ocasiones nos hallamos repitiendo tal retahíla de frases vacías. Y por qué.
Hay algo de soberbia, de despotismo. Pero hay también algo de inconsciencia.
No está mal la evolución: generar cambios en el paradigma lingüístico que una comunidad conforma, otorgándole nuevo sentido a los términos de siempre. Pero es indispensable trazar una trayectoria justa.
Privilegiar un concepto en lugar de darle el espacio a otro, tomarse un momento antes de hablar y decir, elegir la reflexión sincera son las formas posibles para interrumpir este proceso de repetición uniforme, deforme y vago. Es una manera de ponerle un límite a lo que no va.
Qué sucederá con las palabras, finalmente, qué sobrevivirá de todo esto mañana, es algo que nadie puede saber. Pero sí es posible conocer ahora, saber en este mismo momento, el trayecto de nuestra próxima palabra. Determinar hacia dónde la dirigiremos, con qué sentido.
Prefiero hablar acerca de cómo hablamos y reflexionar de por qué será. Es una manera de conocernos como sociedad y es una forma de hacernos cargo de todo lo que generamos cada vez que nos expresamos, cada vez que nos volvemos a hablar.

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