sábado, 24 de marzo de 2012

Verbo Irregular

yo amo
tú escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan

Roberto Jorge Santoro (1939-1977)
de Pedradas con mi patria (1964)

jueves, 22 de marzo de 2012

Marzo 22 - Día del agua

De agua somos.

Del agua brotó la vida. Los ríos son la sangre que nutre la tierra, y están hechas de agua las células que nos piensan, las lágrimas que nos lloran y la memoria que nos recuerda.

La memoria nos cuenta que los desiertos de hoy fueron los bosques de ayer, y que el mundo seco supo ser mundo mojado, en aquellos remotos tiempos en que el agua y la tierra eran de nadie y eran de todos.

¿Quién se quedó con el agua? El mono que tenía el garrote. El mono desarmado murió de un garrotazo. Si no recuerdo mal, así comenzaba la película 2001, Odisea del espacio. Algún tiempo después, en el año 2009, una nave espacial descubrió que hay agua en la luna. La noticia apresuró los planes de conquista.

Pobre luna.

E. Galeano - Los hijos de los días

miércoles, 21 de marzo de 2012

Preguntas

La verdad acerca de nosotros mismos necesita ser actualizada. Necesitamos hacernos esta pregunta una y otra vez "Quién soy?", "¿Estoy haciendo lo correcto?", "¿Soy feliz?".

Sri Sri

miércoles, 14 de marzo de 2012

Marx, más vivo y actual que nunca a 129 años de su muerte

Por Atilio Borón.

En un día como hoy, hace 129 años, moría plácidamente en Londres, a los 65 años de edad, Karl Marx. Corrió la suerte de todos los grandes genios, siempre incomprendidos por la mediocridad reinante y el pensamiento encadenado al poder y a las clases dominantes. Como Copérnico, Galileo, Servet, Darwin, Einstein y Freud, para mencionar apenas unos pocos, fue denostado, perseguido, humillado. Fue ridiculizado por enanos intelectuales y burócratas académicos que no le llegaban ni a los tobillos, y por políticos complacientes con los poderosos de turno a quienes le repugnaban sus revolucionarias concepciones.

La academia se cuidó muy bien de sellar sus puertas, y ni él ni su amigo y eminente colega, Friedrich Engels, jamás accedieron a los claustros universitarios. Es más, Engels, de quien Marx dijera que era “el hombre más culto de Europa” ni siquiera estudió en la universidad. Sin embargo Marx y Engels produjeron una auténtica revolución copernicana en las humanidades y las ciencias sociales: luego de ellos, y aunque sea difícil separar su obra, podemos decir que después de Marx, ni las humanidades ni las ciencias sociales volverían a ser las de antes. La amplitud enciclopédica de sus conocimientos, la profundidad de su mirada, su empecinada búsqueda de las evidencias que confirmaran sus teorías hicieron que Marx, tantas veces dadas por muertas sus teorías y su legado filosófico, sea más actual que nunca.

El mundo de hoy se parece de manera sorprendente a lo que él y su joven amigo Engels pronosticaron en un texto asombroso: El Manifiesto Comunista. Este sórdido mundo de oligopolios rapaces y predatorios, de guerras de conquista, degradación de la naturaleza y saqueo de los bienes comunes, de desintegración social, de sociedades polarizadas y de naciones separadas por abismos de riqueza, poder y tecnología, de plutocracias travestidas para aparentar ser democracias, de uniformización cultural pautada por el American way of life es el mundo que anticipara en todos sus escritos. Por eso son muchos quienes ya, en los capitalismos desarrollados, se preguntan si el siglo veintiuno no será el siglo de Marx. Respondo a esa pregunta con un sí sin atenuantes, y ya lo estamos viendo: las revoluciones en marcha en el mundo árabe, las movilizaciones de los indignados en Europa, la potencia plebeya de los islandeses al enfrentarse y derrotar a los banqueros y las luchas de los griegos contra los sádicos burócratas de la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, el reguero de pólvora de los movimientos Occupy Wall Street que abarcó a más de cien ciudades estadounidenses, las grandes luchas que en América Latina derrotaron al ALCA y la supervivencia de los gobiernos de izquierda en la región, comenzando por el heroico ejemplo cubano, son tantas otras muestras de que el legado del gran maestro está más vivo que nunca.

El carácter decisivo de la acumulación capitalista, estudiada como nadie más en El Capital, era negada por todo el pensamiento de la burguesía y por los gobiernos de esa clase que afirmaban que la historia era movida por la pasión de los grandes hombres, las creencias religiosas, los resultados de heroicas batallas o imprevistas contingencias de la historia. Marx sacó a la economía de las catacumbas y no sólo señaló su centralidad sino que demostró que toda la economía es política, que ninguna decisión económica está despojada de connotaciones políticas. Es más, que no hay saber más político y politizado que el de la economía, dando al traste con los tecnócratas de ayer y hoy que sostienen que sus planes de ajuste y sus absurdas elucubraciones econométricas obedecen a meros cálculos técnicos y que son políticamente neutros. Hoy ya nadie cree seriamente en esas patrañas, ni siquiera los personeros de la derecha (aunque se abstengan de confesarlo). Podría decirse, provocando la sonrisa socarrona de Marx desde el más allá, que hoy son todos marxistas pero a laMonsieur Jordan, ese personaje de El Burgués Gentilhombre de Moliere, que hablaba en prosa sin saberlo. Por eso cuando estalló la nueva crisis general del capitalismo todos corrieron a comprar El Capital, comenzando por los gobernantes de los capitalismos metropolitanos. Es que la cosa era, y es, muy grave como para perder el tiempo leyendo las boberías de Milton Friedman, Friedrich von Hayek o las monumentales sandeces de los economistas del FMI, el Banco Mundial o el Banco Central Europeo, tan ineptos como corruptos y que por causa de ambas cosas no fueron capaces de pronosticar la crisis que, como un tsunami, está arrasando los capitalismos metropolitanos. Por eso, por méritos propios y por vicios ajenos Marx está más vivo que nunca y el faro de su pensamiento arroja una luz cada vez más esclarecedora sobre las tenebrosas realidades del mundo actual.

viernes, 2 de marzo de 2012

A nueve días de las muertes del Sarmiento

El capitalismo es el régimen que apunta a incrementar por todos los medios la producción –cierto tipo de producción, no lo olvidemos-, y a disminuir por todos los medios sus costos –costos que son, tampoco lo debemos olvidar, definidos de modos muy restrictivos: ni la destrucción del medio ambiente, ni el aplastamiento de vidas humanas, ni la fealdad de las ciudades, ni la victoria universal de la irresponsabilidad y del cinismo, ni el reemplazo de la tragedia y de la fiesta popular por el folletín televisado están tenidos en cuenta en ese cálculo, y no podrían ser tomados en cuenta en ningún cálculo de este tipo-.
Para llevar a cabo esta meta el capitalismo supo y pudo contar con un desarrollo sin precedentes en la historia de la tecnología, que el mismo sistema promovió, estrechamente orientada, es cierto, pero adecuada a las metas perseguidas: poder para la clase dominante, consumo de masa para la mayoría de los dominados, destrucción del sentido del trabajo, eliminación del rol humano del hombre en la producción. Pero la herramienta más formidable fue la destrucción de todas las significaciones sociales precedentes y la incentivación, en el alma de todos o de casi todos, de esta compulsión a adquirir lo que, en la esfera de cada uno, es o parece accesible, y para lo cual se acepta prácticamente todo.

Cornelius Castoriadis, 1997