viernes, 18 de marzo de 2011

El Negro de París (fragmento)


"Lo traté de zonzo a propósito, como para que viera que no me iba a impresionar con su mirada de arrogancia. Yo los conozco muy bien a los gatos, que como se saben gráciles y hermosos quieren impresionar a la gente con la indiferencia y la coquetería. En el fondo son unos tímidos holgazanes que no saben vivir solos como los leones, o los elefantes, o los pájaros. Nos los entregaron en una caja de cartón a la que sólo le faltaba el moño. Como los franceses son muy prolijos, nos dieron su cédula de identidad en la que figuraba un nombre que ya no recuerdo y al que él no respondía. También su certificado de vacuna y un papelito donde decía que lo habían encontrado perdido en la calle y que tenía seis meses de edad. Mientras íbamos en el taxi hice la cuenta: estábamos en junio, y si el Negro -yo ya lo llamaba así- tenía seis meses quería decir que había nacido, como yo, en enero. Decidí, entonces, que cumpliríamos años el mismo día. De esa manera, cuando mis papás me hicieran la fiesta de cumpleaños yo tendría que invitarlo a soplar conmigo las velas de la torta y hacerle un regalo como para un gato [...] Yo no hablaba con él como hacía con los otros chicos, o con mi papá y mi mamá. Nos bastaban gestos, guiños, miradas, movimientos de cabeza. A veces agregábamos una palabra o un maullido para subrayar, pero en general no hacía falta. Los gatos tienen un lenguaje que no comprenden quienes no aceptan el misterio".

Osvaldo Soriano

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