jueves, 19 de abril de 2012

Lector leído. Leer o no leer

Desde la cola para recibir un fernet gratis en la Feria del Libro, alguien repasa los títulos que están en uno de los stand. Por razones desconocidas, uno de ellos atrae particularmente su atención: Orlando, de Virginia Woolf.

Que sea un libro que no le hayan hecho leer obligatoriamente en la escuela le dan ganas de comprarlo: no debió completar guías sobre sus argumentos, ni realizar fichas sobre sus personajes, ni retener datos bibliográficos: es un libro totalmente desconocido para él.

Que sea un libro totalmente desconocido para él le hace dudar de comprarlo: si fuera un libro muy bueno, debería ser conocido, si a la gente le encantara, debería haber figurado alguna vez en la lista de los libros más vendidos.

Que no esté en una lista de los libros más vendidos puede ser algo positivo, pues alguna vez escuchó que si un libro es best-seller es porque no es bueno.

Que sea bueno le hace dudar de comprarlo: hacer el esfuerzo de leer un libro y llegar a disfrutar enormemente de su lectura para después enterarse que no es buen libro no tiene perdón; pero también es cierto que haber elegido al azar y luego enterarte que es una de las grandes obras de la literatura no tiene precio.

Que el precio del libro sea tan alto le hace dudar de comprarlo: existiendo la posibilidad de sacar fotocopias, no tiene sentido pagar tanto por él, si de todos modos uno después lo va a prestar y no se lo van a devolver.

Que no le devuelvan el libro le hace dudar de comprarlo: no quisiera que un amigo le dejase de atender el teléfono porque le reclama el libro prestado; para eso prefiere no comprar el libro y pedírselo prestado a un amigo.

Que un amigo ya tenga ese libro en la casa le hace dudar de comprarlo: lo mejor de comprar un libro es mostrar lo que uno compró. Y despertar admiración en el otro: si el otro ya tiene ese libro, e incluso ya lo ha leído, poco puede admirarse de quien ni siquiera le ha sacado el papel film que lo envuelve.

Que el libro esté envuelto en papel film le hace dudar de comprarlo: no puede abrirlo para fijarse si las letras son chicas o grandes, o si trae la foto de la mujer que lo escribió.

Que el libro esté escrito por una mujer le hace dudar de comprarlo: quizás sea un libro para mujeres, pues está escrito por una mujer; así como los libros escritos por hombres son… para cualquiera.

Que cualquiera pueda leer un libro es una utopía: primero hay que saber leer, después, tener el dinero para comprarlo, después, el tiempo para leerlo.

Que el libro le pueda llevar mucho tiempo de lectura le hace dudar de comprarlo: conviene más mirar una película, pues lleva menos tiempo.

Que exista la película basada en ese libro le hace dudar de compralo: mejor alquilar la película, que si resulta aburrida siempre puede abandonarse y devolverse al día siguiente. En cambio, ¿quién puede convivir con la frustración de haber dejado por la mitad un libro?

Alguien deja su lugar en la mitad de la cola para recibir un fernet gratis en la Feria del Libro, y se acerca a comprar Orlando, de Virginia Woolf.

Que los libros y las personas se encuentren; en las ferias, en las bibliotecas, en las escuelas, en los puestos de diarios, o donde sea. Pero que se encuentren.

Mex Urtizberea, Malas Palabras. Setenta columnas y ninguna flor, Sudamericana, 2007.

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